Y el Tango, que se despereza, afina un quejido de bandoneón...
lunes, 12 de agosto de 2013
Sonaba "Invierno" de Vivaldi cuando sentí el temblor... El culebrazo taimado me sacó de pistas... La perspicacia, siempre ágil, huyó de mis cabales y se obstinó en desafiar los límites. Importan poco las apariencias, un volcán en mí escupió tormentas bravas y demonios negros. Demonios desfigurados en ángeles, camuflados, sorbían de los pozos obscuros y abismales del alma. Me quemaba la cabeza el motor que rugía dando alaridos. Y me comí la noche a mordiscos de angustia sin poder amansar la brutal jaqueca del espíritu. El cruel misil de la impotencia explota escupiendo furia y dolor. De nada sirve anestesiar el vacío con bellezas mentirosas y efímeras. ¿Porqué no llenar de soles los agujeros de los corazones rotos? ¿Porqué no?